Soñando sueños posibles



Nochebuena. En el bosque. El cielo rojizo de nubes que lloraban mansamente, cubría con su manto la otra orilla del lago. Paz, armonía y poco ruido.



Tres integrantes de dos familias dispares se prepararon para recibir la Navidad. Mesa sencilla pero variada, la abundancia (esa noche) no fue la característica. Lo fue el cariño que se respiraba a borbotones.



Algunas situaciones un tanto inexplicables intrigaron a la reina madre, quien decidió no investigar.



Entre risas y bostezos, cansados por el relax del lugar y la frenética actividad de la semana, llegó la medianoche. Besos, abrazos sentidos y mucho amor llenaron la noche de los tres...y ya era Navidad.



Navidad, el cielo continuaba gris, la temperatura agradable trajo respiro al excesivo calor de los días anteriores. La bruma daba al bello paisaje un aspecto cansino invitando a entrar en pausa.



Mate de por medio, la reina madre y su hijo conversaron de todo un poco y un poco de todo. Una profunda comunicación se percibía entre ellos.



La joven mujer dormía plácidamente...lo merecía y lo necesitaba.



Transcurrieron dos, tres o quizás cuatro horas. Nadie lo supo, el reloj perdió importancia. El lazo estrecho entre madre e hijo fue protagonista.



Llegó el momento de despertar a la bella durmiente. La reina madre, discreta, se dedicó a contemplar la escena naturalmente hermosa con ojos entrecerrados.



Pasaron unos minutos, la llamaron para integrar la charla de a tres.



La joven y encantadora princesa le entregó con delicadeza una pequeña cajita hexagonal adornada con una cinta roja...¿qué podría ser?...los regalos fueron intercambiados la noche anterior...¡cuánta curiosidad!.



Lentamente como queriendo demorar el momento de descubrir el secreto, desató la cinta y abrió la cajita.



Y fue en ese momento que comenzó una nueva etapa: soñando sueños posibles.



Tan esperados, tan deseados. El llanto y la risa mezclados en forma desordenada, sin ritmo coronó la noticia.



Llegaría por fin, ese niño o niña, a poblar de risas y balbuceos, de desorden, de alegrías, de preocupaciones, de corridas, de ternura...y lo más importante, mucha felicidad en la vida de dos familias.



¡El mejor regalo de la Navidad del 2012!

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