Por el rincón

Amanecer brillante, amarillo y azul. Se olía paz. Se respiraba sosiego. Por el rincón.
Los pajaritos madrugadores hicieron barullo y despertaron a Yerutí, una niña pequeña con rasgos indígenas, piel oscura y ojos tristes.
Yerutí, así la llamó la patrona el día que la encontró caminando sin rumbo cerca del portón.
Se quedó a vivir...por el rincón.
De poco hablar y mucho comer, la niña se fué quedando en el lugar que parecía un paraíso. Pero aún así sus ojos seguían tristes.
Cuando se acurrucaba en el rincón, nadie la buscaba, total, nadie la quería...pensaba. El rincón era su lugar favorito, pertenecía a él. Veía el mundo de afuera, le parecía raro, no entendía porqué había tanta luz y tantos colores...y ruidos. Se tapaba los oídos con sus manitas sucias y sus ojos tristes no miraban.
La patrona le gritaba, se enojaba, Yerutí no sabía porqué. Creía hacer todo bien, parece que no.
¿Ordeñaba mal?, ¿barría mal?, ¿lavaba mal las pilas de ropa?...Quizás...
Quizás no debía estar por el rincón, cuando la patrona la encontraba arrinconada, le daba un tirón de pelo y le gritaba: ¡holgazana!...¡hay que lavar las ollas!.
Corría Yerutí a la enorme cocina y empezaba a limpiar, a limpiar y seguir limpiando. Sus manos cansadas y con callos se secaban con un trapo maloliente.
Volvía al rincón, Malandra, uno de los perros del lugar, parecía comprenderla y se acercaba moviendo la cola. Yerutí lo acariciaba y se dormían, cabeza con cabeza.
Pasaron los días, semanas, y meses, la niña seguía con los ojos tristes, nunca entendió porqué le llamaron Yerutí...si nadie la quería.


Un amanecer brillante, amarillo y azul, decidió volver a caminar sin rumbo...pero al menos ya tenía nombre y no andaba por el rincón.

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