Arenas blancas y suaves servían de alfombra a mis pies desnudos y cansados de caminar sin rumbo.
El hastío se apoderó de mi cuerpo y alma, como un manto pesado.
Sentía dolorosamente el peso, quise deshacerme de él. Me sacudí rítmicamente, sin resultado, el manto me cubría más y más. Tan grande era su peso que me aplastaba contra la arena.
No supe qué hacer y apareció la impaciencia con sus gritos agudos, exigentes, dominantes.
Temblé de miedo y de frío, a pesar de la tibieza del aire.
Con dificultad me incorporé, extendí mis brazos hacia el sol buscando su calor.
En ese instante la impaciencia tuvo nombre y comprendí mi hastío.
El amoroso sol me dió una señal, las arenas blancas y suaves me invitaron a relajarme.
Luces, muchas y algunas sombras acudieron a mi lado.
Medité, viajé a los escondites de mi corazón y a los recovecos de mi alma hastiada...y entendí porqué.
Dí un salto y el manto pesado se resbaló y cayó a mi costado gimiendo de rabia.
¡Logré vencerlo!
Sentí que respiraba mi vida, aún con timidez.
Pero faltaba enfrentarme a la impaciencia con nombre. Tuve que fortalecer la confianza y amor por mí.
La impaciencia notó mi cambio, y sus gritos agudos, exigentes y dominantes se transformaron en dulces y aterciopeladas voces tratando de convencerme, de hechizarme, de doblegarme y así seguir siendo su cautiva.
¡Qué difícil y terrible es no escuchar el canto de las sirenas!
Apreté con las manos mis orejas tratando de no oír
El murmullo equívoco pero mágico, taladraba mi deseo con firmeza y constancia.
La conexión con mi naturaleza salvaje y con la tierra que me vió nacer, me alertó del peligro de seguir embrujada.
Si lo hacía perdería mi libertad y mi capacidad de amar.
Ese amor que se da sin pedir, el amor honesto, limpio y tan necesario.
Y fué cuando pude enfrentar a la impaciencia con nombre, la empujé con fuerza, con la poderosa fuerza que tenemos las mujeres guerreras.
Y se tuvo que ir...rumiando su derrota, vociferando insultos y amenazas.
Comencé a danzar, una danza aborigen, la danza de mis ancestros...victoriosa y plena.
Mujeres, aprendamos a reconocer las trampas.
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