El camino


Caminábamos, uno al lado del otro, sueltos. Pasos acompasados nos llevaban no sé donde.

Lo miraba, me miraba. Sin palabras. Sólo suspiros, los míos, poblaban el silencio vespertino.

Habíamos llegado a un acuerdo, pensar, reflexionar, introducirnos en nuestro interior para luego salir convencidos.

El camino solitario parecía comprender la confusión, el desatino y el silencio. Avanzábamos hacia una telaraña de pensamientos. ¿Qué esperábamos?. Entender el porqué. ¿Se puede acaso?.

Difícil.

Él comenzó a correr, como queriendo salir más rápido de las telarañas.

Yo me enredé en ellas y me quedé dormida.

Al despertar, la noche estaba allí, a mi lado, sobre mis hombros, oscura, inquietante.

Él había vuelto, sentado cerca mío, casi pegado a mi cuerpo adormecido. Me miraba, sus ojos gritaban algo que no entendía.

Nos abrazamos con fuerza, intercambiamos besos sin pasión, pero dulces.

Aceptamos que el camino era nuestro.

Seguimos caminando en la oscuridad, tomados de la mano...sin suspiros.

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