Llanto en la plaza







"Plaza Independencia"-Montevideo-Uruguay. Una plaza como muchas, rectangular con amplios paseos centrales y laterales. Cuidados jardines rodean y adornan los paseos. Árboles, flores, fuentes y una hermosa vista al fondo, de la "Puerta de la Ciudadela" que anuncia majestuosamente la entrada a la "Ciudad vieja", lugar de deleite para los turistas y aquellos montevideanos que no son perseguidos por el tiempo. Hacia el otro extremo se levanta airoso el "Palacio Salvo", edificio histórico que en el momento de ser construído (1928), era el más alto de Sudamérica. Como casi todas las plazas es ocupada, a cualquier hora del día, por cientos de palomas, casi tantas como en la "Plaza de San Marcos"-Venecia. A veces pienso que al caminar por ella distraídamente, deberíamos llevar un casco para protegernos de los vuelos rasantes y sorpresivos de las abundantes aves...............................En el centro se yergue imponente el monumento al General José Gervasio Artigas, libertador de nuestro pueblo, siempre invadido por las a veces fastidiosas palomas. Hace muchos años (más de 30), se construyó bajo el monumento el "Mausoleo de Artigas", se baja por anchas escaleras de granito, llegando a un espacio amplio, silencioso, apenas iluminado y protegido por integrantes del Cuerpo de Blandengues (milicias criollas del Río de la Plata, cuyo curioso nombre se origina en que blandían sus lanzas en señal de homenaje a las autoridades). Los soldados artiguistas llevan coloridos uniformes, azul, blanco y rojo, distintivos de la bandera del General Artigas. Impone respeto observarlos, parecen figuras de cera, tan inmóviles y perfectos. En las paredes lucen, tenuemente iluminadas, placas de bronce relatando la historia del pueblo de la "Banda Oriental". En el centro del salón, como una ofrenda, se encuentra la urna con los restos de "Don José", así se le llamaba cariñosamente a nuestro prócer............................Lo que les voy a contar sucedió a mediados del siglo pasado, yo tendría apenas cuatro años y a pesar del tiempo transcurrido, las imágenes son aún bastante nítidas. No existía aún el Mausoleo y sólo los domingos y feriados, cuatro soldaditos de cera custodiaban cada punta del grandioso monumento. ...........Era una tarde dominguera de invierno, el cielo gris plomizo auguraba lluvia, el aire frío y húmedo molestaba al respirar. Aún así, nuestros padres, como tantos otros, decidieron llevarnos a mí y a mi hermano, a la Plaza Independencia para gastar energías. Recuerdo que mi madre me enfundó en gorro, bufanda, abrigo de confección, medias de lana y botitas. ¡Apenas podía moverme!. Pero no fué obstáculo, busqué la forma, aunque un poco torpemente, de ejecutar mi juego favorito: perseguir a las palomas con la utópica idea de alcanzar una con mis manitos. No era la única, muchos niños se dedicaban a igual tarea. La tarde opaca del domingo se poblaba de risas, llantos y gritos de los adultos que nos advertían y prohibían: "no corran, no vayan tan lejos, se pueden caer......" Sólo algunos pocos niños obedecían, el resto (incluída mi pequeña humanidad), entendíamos que de hacer caso a nuestros padres, dejaríamos de ser niños, dejando de vivir la etapa más maravillosa: la infancia. Es así que transformábamos nuestros cuerpecitos en integrantes de una calesita, girábamos sin parar rodeados de aves blancas, grises y negras.. En el afán de tocar y apretar con mis manos a tan atrayente ( para los niños) integrante de la naturaleza, comencé a perseguir a una de ellas, que por alguna razón, inexplicable para mí, no volaba, pero sí corría. Con la omnipotencia de la mente infantil, presentía que podría alcanzarla; sin darme cuenta me había separado del grupo de alborotados niños, me encontré lejos del monumento, casi al fondo de la plaza. Aterrada percibí mi soledad y comencé a llorar en silencio (nunca fuí escandalosa). No puedo describir lo que sentía (dado el tiempo transcurrido), pero me imagino una gran angustia, miedo y culpa, por no haber obedecido las advertencias de los mayores, Transcurrieron unos minutos, que para mí fueron siglos, cuando a lo lejos ví dos figuras adultas corriendo y agitando los brazos; con un profundo suspiro de alivio, comprendí que eran mis padres.....ya no estaba perdida.

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