Atardecer en Piriápolis


Un verano diferente....corría el año 1990. Piriápolis: pequeño balneario de la costa este uruguaya. Éste encantador lugar tiene la diversidad que exigen los diferentes gustos. Playas de arenas blancas, donde el Río de la Plata ya casi abraza al océano Atlántico, lo que produce a veces, cambios embriagadores, el agua toma un color esmeralda, transparente (gracias a ello podemos distinguir las coloridas aguas vivas o medusas), y fuertes olas coronan la orilla con una puntilla de espuma casi blanca.....Bosques donde pinos y eucaliptos perfuman el aire que respiran los caminantes. Cerros: el cerro Pan de Azúcar (realmente parece un pancito con azúcar por arriba), al que se puede subir escalando hasta la cima donde hay una gran cruz ( cualquier persona, con ánimo aventurero y en buenas condiciones de salud lo puede hacer...yo lo hice y fué una experiencia inolvidable). El cerro de Piriápolis, de apenas cien y tantos metros de altura, al que se puede subir en auto, (o caminando para los audaces), o en las sillas aéreas. A medida que se asciende el panorama es bellísimo, la rambla con su famoso Argentino Hotel, vetusto y señorial, el río casi mar, brillante casi espejo, bajo el ardiente aunque benevolente sol uruguayo. Este cerro es muy turístico, en su cima hay un lindo parador, para tomar refrescos, vinos, o tragos y /o comer alguna delicia marina como los mariscos; a la noche shows y música. Tiene además la conocida y clásica capillita de San Antonio, una blanca belleza a la que se acercan con regularidad matemática, solteras y solteronas para pedir un novio al santo........................................Verano de 1990....fué diferente, decisivo, esclarecedor y doloroso. Los atardeceres en la playa tenían un sabor amargo, salado y dulce. Esa mezcla de sabores la daban la decepción, las lágrimas y el perfume del cielo rasgado en fuscia y naranja. La brisa fresca por momentos jugaba con la arena, remolinos que mirando con atención, se descubrían figuras escondidas en el pensamiento fragmentado. Lágrimas...muchas, que aumentaban el caudal de las olas, explotando casi...sobre un corazón roto. Así fué el atardecer en Piriápolis......el último.

2 comentarios: