Eclipse


Los recuerdos gratos o ingratos se guardan en cajones en el inconsciente. Algunos de estos espacios tienen cerradura y candado, otros están semiabiertos para que los acontecimientos allí guardados escapen hacia la consciencia y se transformen en vivencias tan reales como si estuviesen sucediendo en ese momento...............Hace muchos años, tantos que me cuesta aceptarlo, anunciaron un eclipse lunar que se completaría alrededor de las tres de la madrugada. No me perdería ese espectáculo por nada del mundo, aunque tuviese que quitar horas de sueño, a mi cansancio diario. Además era mi primera vez...expectativas, curiosidad y ansias de observar un cielo distinto.....Un tiempo antes fuí espectadora de un eclipse solar, el no poder observarlo directamente y el oscurecimiento transitorio me generó cierta incomodidad, por lo que no lo agendé en mi memoria como un gran espectáculo.....En esa época vivía en la casa grande, con un amplio patio trasero y con la infaltable hamaca paraguaya. Me instalé en ella, balancéandome suavemente, luego de ordenar la casa, los chicos, apagar las luces, la TV, todo lo que pudiese interrumpir el bello paisaje. Era una noche cálida, primaveral, apacible, apenas algunas ráfagas de brisa fresca movían mi flequillo y el de la hamaca..... El cielo oscuro enmarcaba una luna grande, blanca, impecable, lejana y fría. Comenzó el eclipse, el níveo satélite se preparaba para ser devorado lentamente por la sombra de nuestro castigado planeta, como si éste quisiera inundarse de su blanca pureza..............Fué fantástico, lentamente desaparecía la luna enorme y blanquísima y en su lugar una medialuna color caramelo, que iba creciendo.....al final un botón marrón rojizo adornaba el cielo más oscuro aún....Miré quieta y fijamente esa maravilla como queriendo mantener esa imagen por siempre en mi retina. Un tiempo después empezó a asomarse el brillo lunar. Fué así y ahí cuando se escapó un recuerdo de uno de mis cajones semiabiertos...mi dulce abuela materna, quien nos cuidaba y nutría con tanto amor, preparaba un exquisito postre: natilla con caramelo. Yo la observaba con atención, el momento que más me gustaba era el ritual del caramelo. Con una cuchara vertía el hirviente líquido marrón oscuro, sobre la mesada fría de mármol, formando botones de caramelo, cuando se endurecían los despegaba con el filo de un cuchillo y hacía de nuestra infancia una delicia.......Y esa noche el cielo tuvo su botón de caramelo..........

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