Un mundo imaginable


Sábado a la tarde, estoy sola (a veces me gusta), tranquila y relajada.

Música retro: Bee Gees.

Me olvido por un rato de la incesante necesidad humana de resolver problemas.

Decido abrir la ventana de mi dormitorio en un 4º piso.

Observo parte de la ciudad. El cielo está encapotado, gris desparejo. Me apoyo en el marco y comienzo a mirar cada detalle.

La vegetación es bella. Distintos tonos de verdes y marrones, allá a lo lejos un maravilloso lapacho amarillo le da una sacudida a mis ojos.

Palomas se cruzan delante de mi ventana, alguna un poco atrevida intenta posarse, pero sigue su vuelo. Variedad de pájaros, colores y tamaños juguetean en el tejado frente a mí.

Escucho....los vehículos que circulan por la avenida, pasa un avión y el ruido de sus motores disminuye el murmullo de las personas que hablan allá abajo. El trinar de los pajaritos es un deleite para los oídos.

Siento....el aire cálido, cargado de una tormenta que se avecina. El aroma de los árboles mezclado con el desagradable olor de los gases vehiculares.

Pero estoy muda, no hay necesidad de hablar y no tengo con quién.

Mis ojos se posan en lontanaza y siento el descanso de no tener que enfocar, ¡es agradable!.

Pienso....como sería el mundo si no pudiese ver, oír y sentir...tendría que imaginarlo.

No podría....¡estaría muerta!

VIDA, ¡cuánto te agradezco que me permitas estar contigo!

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