Abrazos mezquinos (una historia real)



Cuando abrazo, siento el fluir de mi energía. Se desborda, cubre mi cuerpo y el otro.


-------------------------------------------------------------------------------------


Agustina viajaba, sin ganas, en un colectivo destartalado, sucio, a punto de evaporarse, ¡qué calor!.


Su trabajo, en los últimos ocho meses, la agotaba, sin embargo amaba lo que hacía. Esta contradicción le resultaba inexplicable, la desorientaba y el malhumor se manifestaba en profundos surcos alrededor de su boca.


Ocho meses atrás había tomado una decisión peligrosa, quizás causada por el desamor, la soledad, la carencia de afecto, de mimos, la imperiosa urgencia de sentirse mujer.


Conoció al hombre equivocado, al hombre de otra.


Tuvo momentos de felicidad mal entendida. Pero Agus no comprendía eso. Sólo brillaba cuando le hacían creer que era amada.


El depredador de su mente bailaba en una pata, estaba consiguiendo lo que quería: asesinar las decisiones propias, la curiosidad por saber más; lograba lento pero seguro matar la dignidad, el amor propio. Por otro lado la mujer creía que eso era lo que merecía.


Pasaron semanas, meses, la mujer comenzó a sentir un gran vacío en su alma y en su corazón, luego de los encuentros piratas.


El depredador comenzó a debilitarse, perdía energía día a día. Esta energía pasaba a crecer en el espíritu, mente, alma y corazón de Agustina.


Comprendió el mal arte de los abrazos mezquinos que recibía.


Mientras viajaba en el horrendo colectivo, una luz se introdujo en su pensamiento.


La luz del conocimiento, del darse cuenta, la luz de la dignidad y de la creencia en sus valores.


Al llegar a su casa, cansada, con el sudor que corría por su cara, cuello y espalda, tomó la mejor desición de su vida: "Al fin decidí ser libre, dueña de mi vida, de mi cuerpo, de mis sentimientos, de mis emociones, deseos y necesidades. Decidí dar un tijeretazo al cordón que me une a la lástima y a la limosna.". Fué difícil, le costó un río de lágrimas, pero esas lágrimas son ahora perlas que adornan su existir.


Agustina es ahora una mujer fuerte, disfruta los momentos de felicidad con todo lo que hay en su vida. Sabe controlar al depredador que cada tanto intenta introducirse en ella.


Y espera....espera con ilusión su momento de amor, que llegará quien sabe con qué forma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario