El momento de partir


Este relato lo escribo en honor a la memoria de mi padre, hombre sabio, amante incondicional de la vida.....Te amo papá, estés donde estés (con seguridad en un lugar de mucha luz), sé que me estás cuidando.

El horizonte lejano y recto, el mar oscuro, sin movimiento, parecía pintado. El cielo gris parejo, imitaba un cielorraso abrumador. Un hombre viejo y también abrumado, caminaba por la orilla del mar, mojando sus pies desnudos. Iba tan concentrado en sus pensamientos que no sentía el frío del agua que lo tocaba a veces.

Subió lentamente los cinco escalones que lo llevaban a la rambla solitaria. Tan solitaria como su corazón. Ese día había consultado con su médico para que le entregara los resultados de varios estudios realizados. Diagnóstico irrevocable: cáncer de páncreas. Le quedaban pocos meses de vida. Lo tomó con calma, pensó: ya viví bastante y bien.

Pero...era tan inmenso su amor por la vida, la familia, los amigos, que mirando humildemente hacia el cielo encapotado preguntó: ¿podrías dejarme vivir un tiempo más, dos o tres años?. No hubo respuesta, aunque notó que el cielo se oscurecía aún más. Pensó el anciano: esto es señal de una respuesta negativa.

Siguió su marcha lenta y cansina, sin brújula. Quería sentir el peso de la tormenta que se acercaba, sentir el viento, la lluvia, la naturaleza en su enojo. Quizás ese enojo era una demostración de cariño hacia el anciano que meses después partiría hacia un lugar diferente.

Llegó a su hogar, abrazó a su esposa con fuerza, con tiempo, mucho tiempo....Ella comprendió y sus ojos brillaron con lágrimas de cristal entristecido, sus cabellos canosos parecían hilos de plata adormecida. No habló. no era necesario. Sólo respondió al abrazo del hombre triste y quizás desesperado.

Tenía que superarlo en fortaleza, era la única forma de evitar que se desbordara la angustia...quiso estar en su lugar, pero no pudo, no era fácil, nadie quiere morir. Dios, el destino, la vida...no lo sé...quiso que ese hombre íntegro, maravilloso, tan completo, supiese el momento de su partida.

La muerte cercana de quien tuvo una vida plena, no causa miedo, sí tristeza por tener que separarse de todo lo que ama.

Durante el tiempo que transcurrió hasta el final. el anciano se dedicó a reflexionar, a revivir los momentos felices, a estar muy cerca de su familia y de la naturaleza. Sí, de la naturaleza, porque de la tierra venimos y a ella volvemos.

Cuando llegó el momento, ambas partes, el que partía y los que quedaban, aceptaron el sufrimiento de la separación como algo natural y necesario en el proceso de la vida, donde la muerte es una etapa más y no el punto final.

¡Cuanto te quise y cuanto te quiero, padre adorado!

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