El espejo quebrado


Ziomara caminaba, no, saltaba, por las callecitas angostas de uno de los barrios más antiguos de su ciudad natal. Sus pasos saltarines eran irregulares, de aquí para allá, al mismo tiempo tarareaba la canción de moda. Era la hora de la siesta, un sol enceguecedor y caliente había espantado a los transeúntes. De no ser así, todos se darían cuenta que Zio reflejaba en su postura una dicha inmensa!!

Ziomara, una joven de 28 años, había recibido en la empresa donde trabajaba, una noticia grandiosa y muy esperada. Le dieron el puesto de contadora. Durante cuatro años, teniendo ya el título universitario, trabajó como asistente del director. Tuvo la paciencia necesaria para esperar lo que merecía.

Con el corazón palpitando de gozo se apuraba para llegar a su hogar, donde sabía que la esperaba su esposo, quería compartir con el compañero de su vida, lo que la hacía tan feliz.

Se casaron muy jóvenes, ambos con 21 años, Guzmán trabajaba como funcionario público, su sueldo no era suficiente para cubrir todos los gastos de la casa, Zio ayudaba en todo lo que podía y con la consciencia de que así debía ser. Decidieron no tener hijos hasta no mejorar su economía.

Ella, sociable, simpática, bondadosa, se hacía querer por todos. Él, retraído, celoso, desconfiado, no tenía amigos y no disfrutaba de la personalidad abierta y encantadora de su esposa. Durante los siete años de convivencia, Ziomara y Guzmán, conocieron los problemas de la comunicación incorrecta.

Peleaban mucho, cuando uno iba, el otro venía. La mayoría de las discusiones tenían como motivo los celos de Guz. Celos infundados hacían de su diario vivir una pesadilla, desconfiaba de todo y de todos, amigos, compañeros de trabajo, el jefe, en fin aquel que se relacionase de una forma u otra con Zio, constituía para él un enemigo en potencia.

Al principio del matrimonio se controlaba, pero llegó el momento en que la mínima discordia, lo volvía irritable, violento; gritaba, amenazaba con dejar la casa para siempre. Ziomara aprendió con esfuerzo, a no confrontarlo, pero por momentos la infelicidad hacía de ella una mujer triste y sin energías, lo opuesto a lo que era en realidad. Pero lo amaba, pera ella era suficiente para soportar su desdicha.

Faltaban unas pocas cuadras para llegar al hogar. La joven trataba de convencerse de que la buena noticia alegraría a su complicado esposo, aunque nubes grises y cargadas de dudas estaban apostadas sobre su cabeza dolorida, por la alegría, el temor y la incertidumbre. No usó el colectivo, como habitualmente, pues quería refelexionar mientras caminaba, buscando la mejor menera de dar la noticia. Su felicidad no era completa, ¿y si su esposo no se alegraba con la noticia? ¿y si reaccionaba violentamente?.

Por un instante pensó en ocultar la verdad, luego recapacitó y comprendió que la mentira no la llevaría a buen final. Pronto se sabría y la reacción de Guzmán podría ser fatal.

Llegó a su casa con la firme voluntad de contar con exactitud todo lo sucedido, sin mostrar demasiada algarabía, para evitar que su esposo se sintiese disminuído; tal era su capacidad de comprensión. Abrió la puerta...su casa era pequeña, sin lujos, pero armoniosamente decorada, con calidez y buen gusto. Sólo se escuchaba el tic-tac de un viejo reloj ubicado en la sala.

Se dirigió a su dormitorio y encontró a Guz tirado en la cama, aún con su uniforme. Pensó: "hoy no es un buen día, algo le habrá pasado". Aunque no era necesario que pasara algo malo para que estuviese de mal humor. Zio lo saludó con un: "buenas tardes mi amor", tratando de ocultar toda indicación de alegría. El silencio fué la única respuesta. Guzmán miraba fijamente el techo, como descifrando algún misterio. Estaba acostumbrada a esta bienvenida, pero hoy, justamente hoy, se sintió maltratada, como anticipándose a la reacción del hombre.

Intentó dialogar, hablando de temas sin importancia, pero sin respuesta, ni siquiera movimientos, parecía en un estado catatónico. Ziomara resolvió con valentía, contar de una vez la buena (para ella) noticia. Dió resultado, el hombre inmóvil adquirió vida, saltó de la cama como un resorte, se avalanzó sobre la temblorosa y asustada joven, le increpó, le cuestionó como había conseguido ese ascenso. No hubo tiempo de reponder.

Siguió un discurso violento de dudas, celos, culpándola de desamor y falta de atención hacia él (todas falsas acusaciones, ya que Zio era una esposa fiel y dedicada a expresar su amor). Guzmán agitaba los brazos, caminaba dando grandes pasos en la pequeña sala, por momentos su puño amenazante se acercaba peligrosamente al rostro femenino. Ella estaba paralizada, parecía una estatua, creía conocer todas las reacciones de su esposo, pero ésta fué la peor, la más salvaje.

Sintió miedo, terror casi, tenía fe en Dios, trató de relajarse y esperar que culminase la cólera inmotivada de su hombre, ya sin dudar, enfermo. Pero no, parecía aumentar, el rostro enrojecido por el esfuerzo de gritar, sus ojos a punto de caerse de las órbitas...Y de pronto sucedió, giró bruscamente, detrás de él un espejo ovalado reflejaba la escena cual mudo testigo. El cristal recibió toda la furia del desequilibrio, concentrada en un puño y se escuchó un grito animal.

El espejo se quebró, cascadas rojas comenzaron a rodar, cubriendo las partes intactas. Ziomara sacudió su parálisis y tomó consciencia del peligro al que se exponía quedándose allí. Salió, casi corriendo, y caminó sin rumbo, no entendía, no quería entender. El miedo, la decepción y el hastío de una vida infeliz dieron paso a pensamientos menos tolerantes. Ya no soportaba su sufrir, debía cambiar por su propio bien. Temía por su vida, sabía que los celos patológicos eran muchas veces la causa de un crimen.

Caminó con paso rápido y firme durante una hora, decidió volver a su casa esperanzada en que su esposo estaría ya calmado. Al llegar, nuevamente el silencio la recibió, no intentó buscar a Guzmán, no quería saber donde estaba, ya no le importaba. Por primera vez aceptó que ella era lo más importante.

Se acercó al espejo, que retenía las huellas de la violenta escena. Se miró y el reflejo era de un rostro quebrado, con ríos de sangre. Entendió el significado y salió de la casa en busca de una vida mejor. Ya no sentía miedo, sólo incertidumbre, pero sabía que duraría poco tiempo......

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